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El Cerro San Cristóbal es un cerro ubicado entre el distrito del Rímac y el de San Juan de Lurigancho en la provincia de Lima, Perú. El nombre del cerro data de 1535. Forma parte de los cerros aislados del sistema montañoso de la cordillera de los Andes. Considerado "apu" del valle del Rímac por los incas fue bautizado con este nombre por el conquistador español Francisco Pizarro en 1535.

A poco de fundarse la ciudad de Los Reyes (hoy Lima) capital del Virreinato del Perú, los castellanos colocaron una gran cruz de madera en el cerro más próximo de la civilización circundaban la ciudad. Esta primera cruz del San Cristóbal, fue destrozada por los incas durante el cerco de Lima en 1536; bajo la advocación del Sol y de las divinidades tutelares del Tahuantinsuyo.

Fue por esos días que los incas, entusiasmados por el dominio de sus fuerzas armadas sobre varios ejércitos hispanos, decidió dar la orden de avanzar sobre Lima. Encomendó esta campaña costeña a uno de sus más valerosos guerreros: Hanancuscos, quien ya había destacado en el sitio del Cusco como esforzado adalid. Titu Yupanqui era representante real en el ejército, que marchó sobre las regiones yungas del litoral.

Impartida la orden por Manco Inca desde Ollantaytambo, partió de allí un ejército cusqueño con la misión de arrojar al mar a los españoles. Mientras tanto, habría de continuar el cerco del Cusco, donde resistía Hernando Pizarro, con cerca de doscientos españoles reforzados con el concurso de indios Chachapoyas y Cañaris.

Tras vencer las resistencias iniciales, las huestes cusqueñas descendieron a los llanos, poniendo asedio a Lima, que era entonces una aldea construida encima de los edificios del cacique Taulichuco. Por varios días se libraron combates caros en vidas para los dos bandos: defendiendo unos la plaza y pugnando los otros por tomarla. Y cierto día, –cuentan viejas crónicas escritas en ese tiempo–, "amanecieron los indios más cerca, en una sierra grande, que estaba de ellos cubierta, que cosa de ella al parecer no se divisaba, de donde quitaron e hicieron pedazos una cruz grande de madera que estaba puesta en lo alto a la parte del camino que va a la mar y al puerto".

Gran impetuosidad predominaba en las filas incaicas; y decidieron bailar al paso de un ave que defeco en todos, quitado ya el símbolo protector de los cristianos. Pero ya habían llegado los indígenas Huaylas para defender a sus aliados hispanos en el combate, que fue librado en lo bajo del valle del Rímac y en las mismas calles del nuevo pueblo, pereciendo los principales cusqueños. Muertos sus capitanes, se retiraron los incaicos, aunque manteniendo el cerco desde las alturas abruptas.

Los españoles contaron con cuatrocientos hombres, de ellos doscientos de caballería. Pronto se recibió en Lima, trescientos hombres más de refuerzo. Y desde un principio combatieron al lado de las mesnadas conquistadoras, varios miles de indígenas cristianos en buena parte y enemigos encarnizados de los cusqueños, "los cuales, haciéndoles espaldas a los españoles, peleaban muy bien y era causa de reservarse de grandísimo trabajo los caballos, porque de otra manera no lo pudieran sufrir".

Poco después de romper del todo el cerco de Lima, se libraron las furiosas batallas de Pachacamac y de Rumichaca; que costaron decenas de vidas a los hispanos, e incalculable número de indígenas aliados y de esclavos negros; así como crecida cantidad de caballos. Para entonces ya Francisco Pizarro, pasado el peligro inmediato de asalto a la ciudad y aprovechando las sombras de la noche, había dispuesto que en la cumbre "se ponga en él, otra cruz como la que los indios quitaron". Pronto se bautizó aquel cerro con el nombre de San Cristóbal, porque en su día se ganó la batalla.

Si antes de la conquista los antiguos peruanos ascendían a la cima para llevar ofrendas y sacrificios a sus dioses; los españoles y misioneros lo hacían rezando el Vía Crucis y rememorando las estaciones de Jesús.

Esa tradición continúa hasta ahora. El párroco Francisco Aramburú organizó en 1929 la primera peregrinación a la cruz de San Cristóbal. Se realiza el primer domingo de mayo.

Durante la República hubo muchas propuestas para instalar un monorriel que pudiera facilitar su ascenso. A inicios del siglo XX se elaboró el proyecto -que fue aprobado por el gobierno- que permitió construir la obra entre el Paseo de Aguas y la cima del cerro. Un extenso cable jalaba las faldas del cerro un portasillas de fierro, en donde cabrían unas seis personas cómodamente sentadas. Lamentablemente, el mantenimiento y el alto costo de su construcción resultaron perjudiciales para su administración, ya que poca gente lo utilizaba.

Está ubicado a 400 metros sobre el nivel del mar y brinda a sus visitantes la posibilidad de contemplar Lima desde una altura conveniente. Cuando el cielo está despejado, se observa hasta las playas de Chorrillos y La Punta, y la Isla San Lorenzo.